lunes, 20 de mayo de 2013

"Hay una araña en mi clavícula", de Sara Herrera Peralta


Sara Herrera Peralta
Hay una araña en mi clavícula
La Garúa, 2012

Por Carmen Rocamora



Inventar arañas no es cosa fácil.
Se debe tener tiempo
y una cabeza llena de bichos,
luego hay que ser paciente.

                                   Sara Herrera Peralta.

Hay una araña en mi clavícula se vuelve un cuaderno de recuerdos desde el momento en que caemos en la telaraña de versos en que Sara Herrera Peralta nos atrapa, una telaraña embudo que conduce a través de imágenes de su familia, de la familia de todos al fin y al cabo y de la vida de ahora y de antes, pues quizá es esta generación de ahora la que más se va a parecer a la de sus abuelos.

Pasar de página ha sido un escorzo de pecho tras otro, una línea serpentinata que no ha logrado evitar del todo clavar versos muy hondo. Así, sin dejar indiferente ni al más reacio Sara nos hace volver a lo sencillo, todos tenemos unas raíces guardadas en un lugar más o menos recóndito que la autora prácticamente obliga a desempolvar.

Los pilares de referencia sobre los que se apoya la autora son la escritora Simone de Beauvoir (más escritora que esposa) y la escultora Louise Bourgeois quien gestó las famosas esculturas de arañas colosales; partiendo de estos epicentros nos aclimatamos para comenzar a balancearnos en la telaraña que nos presenta la autora sirviéndose de la palabra como un don otorgado por dioses, retando a la misma Aracne.

A veces los poetas necesitan dejar a un lado “sexo, drogas y rock & roll” y regresar a lo puro, lo común y sencillo, a lo pequeño. Quizá el centro del seísmo de este poemario sea la figura de los abuelos tratados con esa ternura actual y cercana, abuelos siempre sabios, conscientes, transmisores de la sabiduría como una fuerza que por convección jamás se destruye; figuras clave para caminar por un presente con vistas a un futuro muy del pasado.

Sara con la protección de la araña, “Construiré una fuerza en la que me refugiaré para siempre” (Simone de Beauvoir), va rescatando valores, haciendo que cada coma sea una pausa para repostar: tragar saliva-pestañear y seguir leyendo.

Una araña paciente y silenciosa,
vi en el pequeño promontorio en que
sola se hallaba,
vi cómo para explorar el vasto
espacio vacío circundante,
lanzaba, uno tras otro, filamentos,
filamentos, filamentos de sí misma.

Walt Whitman.

La conclusión al finalizar es la toma de conciencia al fin y al cabo de la enfermedad del tiempo, de la vida; de la-enfermedad-de-la-vida, la vida como una enfermedad más o menos grave en la que coleccionamos síntomas, viajes, añoranzas, ternura…que quedan reflejados en las páginas de Hay una araña en mi clavícula.

Es alzar las manos
el primer paso,
sentirnos enfermos
ante la enfermedad.






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